03 noviembre 2008

El espionaje empresarial que afectó a la inmobiliaria Simonetti

Información secreta y estratégica era enviada a Tecsa


El fiscal Gonzalo de la Cerda ya tiene en sus manos una querella presentada por la compañía víctima de esta situación contra quienes resulten responsables, aunque los implicados pertenecen a la constructora Tecsa, firma chilena que edificó el Hyatt y la Costanera Norte. El perseguidor también tiene la confesión del “espía”, quien decidió colaborar con la indagatoria, dejando caer a toda su “red”. La historia contiene todos los elementos que dan para una novela del género, pero con tintes digitales.

Por Jorge Molina Sanhueza

Los casos de espionaje empresarial ya no son como los de antes. Otrora, un funcionario reclutado por la competencia fotocopiaba o fotografiaba documentos, balances y estrategias, entregándolos a su contacto en un lugar que no levantara sospechas. Hoy la relación con las nuevas tecnologías es fría e impersonal, incluso menos riesgosa. Basta sólo una conexión a la araña digital de la Internet para transmitir lo datos.

Sin embargo, los espías cometen errores, vulneran su propia seguridad, esa que debe encubrirlos de la mano del empleador al que traicionan. Chile, por cierto, no es la excepción, ya que la Fiscalía Oriente tiene en sus manos un caso que promete enlodar la ética empresarial del mercado inmobiliario y que revela en exclusiva El Mostrador.cl.

Se trata de una delicada indagatoria donde la víctima es la inmobiliaria Simonetti y la principal sospechosa de obtener ilegalmente información reservada a través de un “infiltrado”, es nada menos que Tecsa, una empresa chilena con sucursales en Argentina, Perú, Colombia y Uruguay, y cuyas ventas en 2008 alcanzan a los US$ 500 millones.

Tecsa fue fundada en 1947. Ha construido obras importantes como el reactor nuclear de Lo Aguirre, la Torre Santa María, el Hotel Hyatt, las torres Renoir de Buenos Aires, la planta La Farfana, la Costanera Norte, entre otras, y cuenta con grandes clientes como D&S, Codelco y el Ministerio de Obras Públicas.

El caso está a cargo del perseguidor Gonzalo de la Cerda, quien ya cuenta con la confesión del espía y una querella criminal interpuesta ante el Cuarto Juzgado de Garantía por el abogado Juan Domingo Acosta, en representación de Simonetti. Este último fue consultado por este medio, pero declinó hacer comentarios, debido a que la investigación se encuentra en estado de secreto.

La acción penal a la que tuvo acceso este diario por una fuente judicial, fue ingresada por los delitos de estafa y difusión maliciosa de datos contenidos en un sistema de información. En ella se relatan detalladamente los hechos, que dan para una novela del género, pero con tintes digitales.

Descaro a toda prueba

Todo comenzó el 3 de julio pasado, cuando el gerente general de Simonetti, Rodrigo Lyon Ramírez, se sorprendió al ver al jefe de informática, Juan Carvallo Novoa, con su antiguo notebook Mac. Se trataba del mismo equipo que le entregó para darlo en parte de pago y cambiarlo por uno nuevo.

Al ser inquirido, Carvallo reconoció que se lo había apropiado y el valor total del aparato nuevo había sido facturado por completo a la empresa.

En su indignación, Lyon le quitó el Mac al jefe de informática. Y aunque el disco duro del equipo había sido formateado, su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió numerosas carpetas con nombres de empresas de la competencia. En ellas halló información reservada y estratégica de la firma, como fórmulas de gestión y modelos informáticos de datos, entre otros.

La investigación interna continuó. Carvallo, de hecho, había llegado incluso a venderle un computador a la secretaria del directorio de Simonetti, facturándolo también a nombre de la compañía.

De esta manera, Lyon y otros altos ejecutivos fueron percatándose que sus sistemas de control interno habían sido violados.

A medida que avanzaban, otros hechos salieron a la luz. Era sin duda un tinglado bien armado y aceitado por Carvallo. Uno de los detalles que llamó la atención, sin embargo, fue que este último había vendido al ex gerente de Tecsa, Álvaro Daneri Jones, un producto informático que también fue cargado a la cuenta de Simonetti. Por esta razón, Lyon presentó una denuncia a la Fiscalía Oriente por el delito de estafa por un monto de $ 34,5 millones contra Carvallo. Para la empresa Simonetti lo mejor era olvidar, dejar que la justicia actuara y enfocarse en los proyectos inmobiliarios de 2009.

Espejito, espejito

La acción judicial siguió su curso natural y aquel delito dejó de ser una preocupación interna. Sin embargo, el 5 de agosto de 2008 Simonetti realizó una revisión habitual de seguridad informática a su servidor.

Los expertos descubrieron nada menos que una conexión clandestina hacia otro servidor. La expresión que usan los expertos para describir este hecho es “espejo”, ya que “refracta” la información a otro lugar.

La inspección arrojó que la dirección, que podía tener acceso al sistema interno de Simonetti, era la IP 200.73.31.91, la cual, de acuerdo a las fuentes públicas como NicChile -entidad a cargo de los dominios internet en el país- pertenece a la Constructora Tecsa.

De inmediato Simonetti se comunicó con sus abogados y estos con el fiscal De la Cerda, quien ordenó a funcionarios del Cibercrimen de la policía civil, que se constituyeran en las oficinas de la firma.

Acreditado el hecho, el perseguidor abrió una nueva carpeta y acumuló las investigaciones.

De la Cerda citó a Carvallo para que entregara su versión. Y como toda la maquinaria de espionaje había sido desbaratada, éste decidió colaborar “sustancialmente” con la indagatoria para acceder así a un juicio abreviado, donde el Ministerio Público propone en general una pena más baja.

De acuerdo a los antecedentes obtenidos por este medio en la Fiscalía Oriente Carvallo reconoció todas las estafas y el envío de información secreta de Simonetti a Tecsa.

Los nombres comenzaron a fluir de la boca del ex jefe de informática, como también los pagos y la infiltración del sistema de Simonetti, desde Tecsa. Nuevamente apareció la identidad del ex gerente de la competencia, Álvaro Daneri.

Fue a través de este último que Carvallo entregó la información secreta a Tecsa. La fórmula elegida era que Tecsa le pagaría mensualmente 3 UF ($ 60 mil) por mantener la conexión clandestina a la intranet de Simonetti.

El subcontrato

Carvallo, en todo caso, no actuó solo sino que “reclutó” a Candelario Balmaceda, un técnico de la empresahttp://www.informaticaymas.cl -que alojaba la web de Simonetti- quien mantuvo el acceso expedito de Tecsa al sistema de la empresa víctima del espionaje, recibiendo 24 UF mensuales por su trabajo.

Para que todo saliera como lo había planeado, Carvallo entregó a Tecsa una clave de ingreso que les permitía ver el sistema comercial de Simonetti, sus activos financieros y proyectos a futuro.

Carvallo siguió delatando a su red y le señaló al fiscal que también le había filtrado información a Stephanie de la Mare, una sicóloga que trabajó como analista en Simonetti, quien ahora labora en una consultora que asesora a empresas similares.

Por último, realizó la misma operación con uno de sus ex jefes, actual gerente general regional de una inmobiliaria de renombre, respecto del cual quedan diligencias que realizar, por lo que este medio se reserva el nombre.

Dardos al Olimpo

Por ahora el fiscal levantó el secreto bancario e informático de Carvallo y espera un informe del Cibercrimen para profundizar con mayor detalle la creación del “espejo” en el servidor de Simonetti.

Al mismo tiempo debe citar al ex gerente de Tecsa, Álvaro Daneri, al técnico que permitió el ingreso clandestino y a una serie de altos ejecutivos de esta última para determinar si fue una orden que vino del directorio -compuesto entre otros por Ricardo y Gustavo Blinder y Máximo Honorato- o si bien se trató de acciones de empleados inferiores.

En todo caso, la investigación recién comienza y se parece cada vez más a una bola de nieve ubicada recién en la cima de la colina, que en su trayecto puede dejar muchos muertos.