27 abril 2006

Jueves 27 de abril de 2006
Aribert Heim, “El Carnicero de Mauthausen”
Buscan a criminal de guerra nazi en Chile



Jorge Molina Sanhueza
El tribunal de Baden Baden, Alemania, solicitó a la justicia chilena que envíe todos los antecedentes que posea, entre ellos el paradero, del criminal de guerra nazi Aribert Heim, quien podría encontrarse en el país.
De acuerdo con una alta fuente judicial consultada por La Nación, la carta rogatoria llegó el pasado 24 de abril proveniente de la Cancillería, documento que está dirigido a las autoridades competentes de la Quinta Región, donde existen varias personas con este apellido.
El tribunal de Baden Baden pide, además de la información sobre el destino de Heim, datos sobre si mantiene propiedades a su nombre o un alias, o si dejó o tiene familiares en la zona. Si bien no pudo ser confirmado oficialmente, trascendió que otra de las solicitudes sería antecedentes sobre posibles movimientos financieros en el país.
El año pasado el semanario alemán “Der Spiegel” informó que, luego que se descubriera a Heim en Paysandú, Uruguay, se verificó que su hija, Waltraud Heim, quien estudió en Chile a principios de los ’70, seguiría morando en el país.
Conocido como “Doctor Muerte” o “El Carnicero de Mauthausen”, por el nombre del campo de concentración donde torturó a miles de personas, es hasta ahora el criminal de guerra nazi más buscado desde que en 1960 fuera encontrado en Buenos Aires, Argentina, Adolf Eichmann. Este último fue secuestrado por el servicio secreto israelí, el Mossad, que dio origen al libro “La casa de la calle Garibaldi”, escrito por Isser Harel, el jefe del organismo de inteligencia. Eichmann fue juzgado en Israel y condenado a muerte.
Recuerdos de un caza nazis
Heim, nacido un 28 de junio de 1914, está prófugo de la justicia desde 1943. Su familia dijo a las autoridades alemanas que había muerto en Argentina, sumido en la pobreza, en 1993. Sin embargo, cuando intentaron cobrar una millonaria herencia no pudieron aportar un certificado de defunción que confirmara sus dichos.
De todas formas, el año pasado apareció una pista que despertó las sospechas de los investigadores europeos. Heim mantenía una cuenta en Berlín, desde la cual se hicieron transferencias de grandes sumas de dinero a España, donde habría vivido en la localidad de Rosas, en la Costa Brava, junto a una pareja de artistas que bien podrían haber sido sus testaferros. Pero escapó. Luego habría sido visto en Dinamarca, pero también huyó, tal como lo hizo en 1962 desde el balneario termal de Baden Baden, donde ejercía como un respetable médico.
En Chile los Heim se concentran en Santiago, la V, IX y X Región. Sin embargo, la mayoría de los criminales de guerra nazis que vivieron en Sudamérica lo hicieron con identidades falsas, protegidos por la red Odessa. La misma que protegió a Josef Mengele, “El Ángel de la Muerte”, en Brasil o a Klaus Barbie, “El Carnicero de Lyon”, en Bolivia, donde dirigió un grupo narcomilitar conocido como “Los Novios de la Muerte”. Un ejemplo también es el propio Eichmann, que vivía en Argentina bajo el nombre de Ricardo Klement, o el mismo Walther Rauf en Chile.
Este diario intentó obtener información de Heim con su nombre real a través de fuentes de Interpol y el Registro Civil, pero ni él ni su hija registran residencia en Chile.
En 2005 el centro Simon Wiesenthal, fallecido caza nazis, implementó la Operación Última Oportunidad, con la cual se pretendía capturar a Heim, pero hasta ahora no ha dado resultado. Wiesenthal, de profesión ingeniero, lo recordó hasta el pasado 20 de septiembre, cuando murió. Su presidio durante la Segunda Guerra Mundial fue precisamente el campo de concentración de Mauthausen.
El exhorto enviado desde Alemania, luego de salir de la oficina de cuentas en la Corte Suprema, pasará a la fiscalía, desde donde será enviado al tribunal competente de la Quinta Región. En éste se realizarán las diligencias pertinentes y será devuelto al máximo tribunal y de allí a las autoridades alemanas.

24 abril 2006

COMENZÓ LA ACTUALIZACION DE MI BLOG


POLICÍA LOS SIGUIÓ Y FOTOGRAFIÓ JUNTO AL EMPRESARIO VIÑAMARINO MANUEL LOSADA

Cuatro capos de la Cosa Nostra y lugartenientes de Bernardo Provenzano tuvieron paso por Chile


Jorge Molina Sanhueza

Los primeros días de marzo de 1991 un alto oficial de los Carabinieri italianos llamó a su par chileno del OS-7 para que colaborara en una delicada operación: cuatro de los capos sicilianos viajarían a Chile en los próximos días. La idea era seguirlos, saber con quiénes se relacionaban y dónde se alojarían y, si la suerte estaba de su lado, llegar al entonces hombre más buscado de Italia por aquellos años, Bernardo Provenzano. Este último, jefe de la Cosa Nostra, fue detenido el 11 de abril luego de 43 años de estar en la clandestinidad en una casa de campo situada en las cercanías de Corleone, su localidad natal, a pocos kilómetros de Palermo, la capital de Sicilia (ver recuadro).
Los tres mafiosos tomaron un vuelo con destino a Santiago, previo llamado telefónico con su contacto quien los iría a recoger para instalarlos en un hotel de Providencia, prestarles un auto para que se movilizaran, como si se tratara de inocentes hombres de negocio.
Cuando faltaban cerca de tres horas para que arribaran al país, un automóvil emprendió camino desde la V Región hacia la capital para dirigirse al aeropuerto Arturo Merino Benítez: el hombre era nada menos que el empresario viñamarino Manuel Losada.
La policía montó, gracias a una orden judicial que contó con el apoyo de la unidad de Tráfico y Lavado de Dinero del Consejo de Defensa del Estado (CDE) un secreto dispositivo para llevar adelante la operación, chequear sus movimientos y tener un set fotográfico de todos sus pasos.
Esta información junto al registro gráfico constan en el proceso seguido contra Losada y sus cómplices en el Cuarto Juzgado del Crimen de Valparaíso por tráfico de drogas y lavado de dinero y sus vínculos con la mafia colombiana, conocido con el nombre de Operación Océano. Esta se inició cuando el 5 de enero de 1992 fue interceptado el mercante Harbour cerca de la costa cubana por guardacostas estadounidenses con base en Guantánamo, encontrándose en su interior cinco toneladas de cocaína. La nave había recalado anteriormente en el puerto de Talcahuano, VIII Región.

Il capo di tutti

De acuerdo a los antecedentes recabados por La Nación, Losada declaró que conoció a Gaeto Fidanzatti (mano derecha de Provenzano), Nicola Papeo, Miguelo Rizze y Luciano Luccessi en Colombia en una de las citas con el capo del cartel de Cali, Hermes Valencia Trujillo. En ese contexto es que invitó a los italianos a Chile para que conocieran el país y analizaran la posibilidad de hacer negocios y establecer nexos para futuras operaciones de droga. Una de las chances que se analizó fue el uso del barco Rapel para trasladar alcaloides, entre otros futuros acuerdos de cooperación.
El acuerdo quedó sellado y los capos italianos se fueron de Chile a fines de abril con destino a Sao Paulo, Brasil. En la ciudad les esperaba otro de sus contactos que también traficaba droga: Blanca Silva Soto. La mujer, hija del mafioso chileno Mario Silva Leiva, conocido como el “Cabro Carrera”, les recibió. El paseo duró poco porque fueron detenidos por las autoridades brasileras y enviados a Italia para enfrentar el largo brazo de la justicia.
El agente secreto
Blanca Silva Soto fue detenida junto a su padre en abril de 1997, en uno de los más grandes golpe contra el crimen organizado chileno que montó el CDE conocido como la operación Ana Frank.
Los hechos entregan una clara visión de cómo la mafia siciliana y colombiana mantenían contactos de negocios para el mercado del tráfico internacional de drogas con dos connotados chilenos.
En el proceso seguido en contra de Losada es posible encontrar otras informaciones, relativas, por ejemplo, al testimonio del colombiano Carlos Zuluaga, el contacto del Cartel de Cali con el empresario porteño.
La declaración señala que Losada colaboró en varios embarques de drogas a Estados Unidos y Europa e incluso contó, en Chile, con la asistencia de un militar ligado a la inteligencia a quien nunca identificó.
La vida de los capos italianos, una vez detenidos, siguió su rumbo tras las rejas. Rizze murió en la cárcel de Parma en 1994; Papeo salió el año pasado desde el penal de Bari; Fidanzati sigue privado de libertal en la penitenciaría de Cuneo y Luccesi cumple condena recién el 2014. Y, mérito aparte, el CDE y la policía fueron clave en la detención, pero Provenzano logró mantenerse en la clandestinidad por otros quince años, pero como dice el adagio no hay tiempo que no se cumpla ni deuda que no se pague.


PROVENZANO: EL ÚLTIMO BASTIÓN DE LA COSA NOSTRA

Una fotografía cuando aún era un veinteañero era la única pista gráfica de la cara de Bernardo Provenzano –apodado el Tractor- que tenía la policía para atraparlo desde que en 1963 pasó a la clandestinidad, convirtiéndose así en el mayor prófugo de la historia policial y judicial de Occidente. Claro está que superó al más hábil de los criminales de guerra nazi o cualquier delincuente ladrón de bancos en Inglaterra que hubiera escapado para refugiarse en Europa del Este durante la guerra fría. Tanto así que su cabeza tenía el precio de 2,5 millones de euros para quien diera información que permitiera su captura. Pero la complicidad del silencio u omertá siempre fue más fuerte que cualquier ofrecimiento económico.
Bien se podría decir románticamente que se trata de toda una hazaña de rebeldía pura. Sin embargo, Provenzano, un mafioso legendario y arquetípico administró todos los recursos humanos que tuvo a su disposición para vengarse de todo aquel que se le interpusiera en su camino, como también para sembrar una estela de muerte en 1992, cuando murieron producto de brutales atentados los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
Con siete cadenas perpetuas dictadas en ausencia, Provenzano de más de 70 años está en los descuentos de su vida y de seguro la pasará tras las rejas habiendo burlado a todos los servicios policiales, de seguridad e inteligencia durante gran parte de su existencia.
De esta manera, quien fuera el pistolero más codiciado y ritual de la mafia en sus años mozos, pasó a convertirse en un ídolo para el crimen organizado de las nuevas generaciones.