La víctima, O.I.L, denunció a su director, Enzo Coniglio, de intentar ultrajarla y hostigarla laboralmente por no acceder a sus peticiones sexuales. Ni la fiscalía ni la Dirección del Trabajo pudieron hacer nada por la inmunidad que lo protege. La Cancillería olvidó que existe una circular, dictada en 1995, que señala que esa norma internacional no es aplicable en aspectos laborales. De todas formas, y luego de varias reuniones secretas, logró que el embajador de Italia en Chile se comprometiese a que el acusado abandone el país el próximo mes.
Jorge Molina Sanhueza
Ni una querella ante el Ministerio Público de la Zona Oriente, ni las conversaciones con el embajador de Italia en Chile, Paolo Casardi, ni la denuncia presentada a la Dirección del Trabajo, ni las cartas enviadas a la Presidenta Michelle Bachelet y al Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrel), lograron que se investigara una denuncia por abuso y acoso sexual, en contra de Enzo Coniglio, jefe del Instituto Italiano de Cultura, ya que cuenta con inmunidad diplomática. Este último, eso sí, deja su cargo en octubre próximo, luego de reuniones reservadas de la Cancillería con la representación del país europeo.
Se trata de una larga historia de intentos fallidos, de golpear infructuosamente muchas puertas de autoridades chilenas e italianas.
La víctima, de iniciales O.I.L, quien cuenta con una experiencia de más de 30 años en la entidad dependiente de la embajada de ese país en Chile, nunca presentó un problema, hasta que en 2006 Coniglio comenzó a hostigarla, primero con sugerencias e insinuaciones y luego, de acuerdo a la acción legal presentada ante la Fiscalía de Ñuñoa, con acciones concretas.
“En una ocasión, me llamó a su oficina y aparentando que debíamos ver juntos un correo electrónico en la pantalla de su computador, el querellado me forzó a sentarme en sus piernas, intentó besarme, pasó su lengua por mi cuello y boca y trató de tocar mi vagina”, relata el libelo que tramitó la fiscal Lorena Parra, pero que no llegó a buen puerto debido a la norma internacional que lo protege.
Pero no fue la única afectada. Hubo al menos otras dos mujeres en la misma situación, según consta en audios de conversaciones telefónicas que la víctima hizo llegar a las autoridades, donde otras víctimas reconocen la conducta “sexualizada” de Coniglio, con las que cuenta este medio.
El caso tuvo virtualmente “de cabeza” a la subsecretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de Alberto Van Klaveren, quien a través de una carta contestó a O.I.L. lamentando la situación.
“Entiendo y lamento los difíciles momentos que ha debido sobrellevar en virtud de las disposiciones legales que reconocen la absoluta inmunidad de jurisdicción de que gozan los Agentes Diplomáticos. Sin embargo, el término de funciones en Santiago del señor Coniglio, puede ser entendido como una satisfacción a los planteamientos formulados por este Ministerio a la Embajada de Italia”, respondió Van Klaveren.
Y es que las relaciones de Chile con Italia siempre han sido buenas, incluso durante la Segunda Guerra Mundial, pese a que Chile se cuadró con los aliados. Y más aún después del golpe militar del 73, ya que muchos connacionales vivieron allí su exilio y, al final de la dictadura y principios de la democracia, recibieron suculentos apoyos económicos no sólo para campañas, sino también, por ejemplo, para mantener al desaparecido diario La Época.
Los sillones “especiales”
La querella también cuenta otros detalles de la situación vivida por la víctima, las que van configurando el actuar de Coniglio, porque el acoso laboral continuó con otras acciones al interior del Instituto.
“En agosto de 2007, Coniglio compró dos sofás de dos cuerpos que puso en su oficina y bajo amenazas de despedirme me forzó a sentarme en uno de ellos y puso su cara entre mis senos. En el mes de septiembre del año pasado, también en la oficina, Coniglio intentó meter su mano en mi vagina. En otra ocasión, al yo escapármele, usó la fuerza para meter su mano dentro de mi blusa y pasar su lengua por mi cuello y boca”, relata la acción judicial.
En octubre de 2007 la mujer decidió buscar ayuda sicológica debido a que los hechos “me hicieron sentir vejada”, no volviendo a su trabajo desde entonces y debiendo ser atendida por un siquiatra.
O.I.L no pudo ser despedida por Coniglio, pues su contrato es con la Cancillería italiana, la que está al tanto de todos los antecedentes del caso, los que fueron puestos en su conocimiento por la asociación de funcionarios de ese país, previo envío de una carta por la afectada.
El cajón de los cachureos
De todas formas, O.I.L presentó una denuncia por acoso sexual en diciembre del año pasado a la Dirección Regional del Trabajo, la que no logró notificar a Coniglio, quien hizo uso de su inmunidad diplomática para evitar el procedimiento.
Tanto la abogada Wendolyn Silva como la fiscalizadora concurrieron al consulado y a la embajada, pero no recibieron ayuda para ejercer su función. Cuando los fiscalizadores interrogaron a personal del instituto, muchos se excusaron de entregar información aduciendo que podían perder su trabajo.
La acción legal, entonces, fue elevada a la Dirección Nacional de ese organismo, debido a lo delicado del hecho, siendo enviada a la Cancillería para que resolvieran qué hacer. Esto fue confirmado a este medio por el propio jefe del Departamento Jurídico de la entidad laboral, Rafael Pereira.
Verbalización
El caso, además, fue relatado por parte de la propia víctima al Herardo Lafrancesca, encargado nacional de cultura de Italia, en el marco de la visita que realizó el presidente de esa nación europea, Giorgio Napolitano, a mediados de año a Chile, quien le aseguró a O.I.L. que en Italia debían cumplirse las formalidades antes de adoptar una decisión sobre el destino de Coniglio.
Los hechos están en conocimiento del embajador Paolo Casardi, a quien le fue remitida -a través del cónsul Pasquale Centracchio en junio pasado- la querella criminal, como también le fueron relatadas las circunstancias de boca de la propia afectada, según señaló una fuente de la sede diplomática.
Este medio llamó a la embajada en diversas oportunidades, solicitando un pronunciamiento, pero los llamados nunca fueron devueltos, pese a la insistencia. También intentó contactar a Coniglio, pero fue negado en el instituto, como también en su residencia de la comuna de Vitacura.
Duro camino
La víctima insistió con tal de probar lo denunciado y presentó una querella en abril pasado ante el Ministerio Público. El libelo criminal fue acogido a tramitación por el Octavo Juzgado de Garantía de Santiago.
El escrito fue derivado a la fiscal Lorena Parra quien no pudo dictar las primeras diligencias del caso porque al consultar a la Cancillería si Coniglio estaba protegido por la inmunidad diplomática, cuestión que fue respondida positivamente.
Ante la desesperación de O.I.L. de no poder regresar a su trabajo, recurrió a la Presidenta Bachelet a través de una misiva. De parte del Departamento de Gestión y Correspondencia le fue respondido que su solicitud sería enviada al Minrel.
Reuniones secretas
El caso se analizó puntillosamente en la Cancillería. Se envió una nota verbal a la embajada de Italia en Chile -Nº11224- el pasado 18 de agosto desde la Dirección General del Ceremonial y Protocolo, requiriendo información.
Adicionalmente, el jefe de esa unidad, el embajador Fernando Ayala, citó al representante italiano, Paolo Casardi, para solicitarle que colaborara en la investigación y que la denuncia se tramitara en derecho.
Hubo una segunda reunión donde Casardi le informó que Coniglio dejaría sus funciones en Chile en octubre próximo. El tema fue interpretado por el Minrel como si la embajada de Italia hubiera accedido a su solicitud de, al menos, sacar del puesto a Coniglio. Sin embargo, el hecho es que el acusado abandonaría el país de todos modos, ya que había permanecido en el puesto por cinco años.
Van Klaveren, en todo caso, no invocó una circular del propio Minrel -la Nº 172 del 17 de mayo de 1999- que impide que los diplomáticos usen la inmunidad en temas relacionados con lo laboral.
Se trata de una larga historia de intentos fallidos, de golpear infructuosamente muchas puertas de autoridades chilenas e italianas.
La víctima, de iniciales O.I.L, quien cuenta con una experiencia de más de 30 años en la entidad dependiente de la embajada de ese país en Chile, nunca presentó un problema, hasta que en 2006 Coniglio comenzó a hostigarla, primero con sugerencias e insinuaciones y luego, de acuerdo a la acción legal presentada ante la Fiscalía de Ñuñoa, con acciones concretas.
“En una ocasión, me llamó a su oficina y aparentando que debíamos ver juntos un correo electrónico en la pantalla de su computador, el querellado me forzó a sentarme en sus piernas, intentó besarme, pasó su lengua por mi cuello y boca y trató de tocar mi vagina”, relata el libelo que tramitó la fiscal Lorena Parra, pero que no llegó a buen puerto debido a la norma internacional que lo protege.
Pero no fue la única afectada. Hubo al menos otras dos mujeres en la misma situación, según consta en audios de conversaciones telefónicas que la víctima hizo llegar a las autoridades, donde otras víctimas reconocen la conducta “sexualizada” de Coniglio, con las que cuenta este medio.
El caso tuvo virtualmente “de cabeza” a la subsecretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de Alberto Van Klaveren, quien a través de una carta contestó a O.I.L. lamentando la situación.
“Entiendo y lamento los difíciles momentos que ha debido sobrellevar en virtud de las disposiciones legales que reconocen la absoluta inmunidad de jurisdicción de que gozan los Agentes Diplomáticos. Sin embargo, el término de funciones en Santiago del señor Coniglio, puede ser entendido como una satisfacción a los planteamientos formulados por este Ministerio a la Embajada de Italia”, respondió Van Klaveren.
Y es que las relaciones de Chile con Italia siempre han sido buenas, incluso durante la Segunda Guerra Mundial, pese a que Chile se cuadró con los aliados. Y más aún después del golpe militar del 73, ya que muchos connacionales vivieron allí su exilio y, al final de la dictadura y principios de la democracia, recibieron suculentos apoyos económicos no sólo para campañas, sino también, por ejemplo, para mantener al desaparecido diario La Época.
Los sillones “especiales”
La querella también cuenta otros detalles de la situación vivida por la víctima, las que van configurando el actuar de Coniglio, porque el acoso laboral continuó con otras acciones al interior del Instituto.
“En agosto de 2007, Coniglio compró dos sofás de dos cuerpos que puso en su oficina y bajo amenazas de despedirme me forzó a sentarme en uno de ellos y puso su cara entre mis senos. En el mes de septiembre del año pasado, también en la oficina, Coniglio intentó meter su mano en mi vagina. En otra ocasión, al yo escapármele, usó la fuerza para meter su mano dentro de mi blusa y pasar su lengua por mi cuello y boca”, relata la acción judicial.
En octubre de 2007 la mujer decidió buscar ayuda sicológica debido a que los hechos “me hicieron sentir vejada”, no volviendo a su trabajo desde entonces y debiendo ser atendida por un siquiatra.
O.I.L no pudo ser despedida por Coniglio, pues su contrato es con la Cancillería italiana, la que está al tanto de todos los antecedentes del caso, los que fueron puestos en su conocimiento por la asociación de funcionarios de ese país, previo envío de una carta por la afectada.
El cajón de los cachureos
De todas formas, O.I.L presentó una denuncia por acoso sexual en diciembre del año pasado a la Dirección Regional del Trabajo, la que no logró notificar a Coniglio, quien hizo uso de su inmunidad diplomática para evitar el procedimiento.
Tanto la abogada Wendolyn Silva como la fiscalizadora concurrieron al consulado y a la embajada, pero no recibieron ayuda para ejercer su función. Cuando los fiscalizadores interrogaron a personal del instituto, muchos se excusaron de entregar información aduciendo que podían perder su trabajo.
La acción legal, entonces, fue elevada a la Dirección Nacional de ese organismo, debido a lo delicado del hecho, siendo enviada a la Cancillería para que resolvieran qué hacer. Esto fue confirmado a este medio por el propio jefe del Departamento Jurídico de la entidad laboral, Rafael Pereira.
Verbalización
El caso, además, fue relatado por parte de la propia víctima al Herardo Lafrancesca, encargado nacional de cultura de Italia, en el marco de la visita que realizó el presidente de esa nación europea, Giorgio Napolitano, a mediados de año a Chile, quien le aseguró a O.I.L. que en Italia debían cumplirse las formalidades antes de adoptar una decisión sobre el destino de Coniglio.
Los hechos están en conocimiento del embajador Paolo Casardi, a quien le fue remitida -a través del cónsul Pasquale Centracchio en junio pasado- la querella criminal, como también le fueron relatadas las circunstancias de boca de la propia afectada, según señaló una fuente de la sede diplomática.
Este medio llamó a la embajada en diversas oportunidades, solicitando un pronunciamiento, pero los llamados nunca fueron devueltos, pese a la insistencia. También intentó contactar a Coniglio, pero fue negado en el instituto, como también en su residencia de la comuna de Vitacura.
Duro camino
La víctima insistió con tal de probar lo denunciado y presentó una querella en abril pasado ante el Ministerio Público. El libelo criminal fue acogido a tramitación por el Octavo Juzgado de Garantía de Santiago.
El escrito fue derivado a la fiscal Lorena Parra quien no pudo dictar las primeras diligencias del caso porque al consultar a la Cancillería si Coniglio estaba protegido por la inmunidad diplomática, cuestión que fue respondida positivamente.
Ante la desesperación de O.I.L. de no poder regresar a su trabajo, recurrió a la Presidenta Bachelet a través de una misiva. De parte del Departamento de Gestión y Correspondencia le fue respondido que su solicitud sería enviada al Minrel.
Reuniones secretas
El caso se analizó puntillosamente en la Cancillería. Se envió una nota verbal a la embajada de Italia en Chile -Nº11224- el pasado 18 de agosto desde la Dirección General del Ceremonial y Protocolo, requiriendo información.
Adicionalmente, el jefe de esa unidad, el embajador Fernando Ayala, citó al representante italiano, Paolo Casardi, para solicitarle que colaborara en la investigación y que la denuncia se tramitara en derecho.
Hubo una segunda reunión donde Casardi le informó que Coniglio dejaría sus funciones en Chile en octubre próximo. El tema fue interpretado por el Minrel como si la embajada de Italia hubiera accedido a su solicitud de, al menos, sacar del puesto a Coniglio. Sin embargo, el hecho es que el acusado abandonaría el país de todos modos, ya que había permanecido en el puesto por cinco años.
Van Klaveren, en todo caso, no invocó una circular del propio Minrel -la Nº 172 del 17 de mayo de 1999- que impide que los diplomáticos usen la inmunidad en temas relacionados con lo laboral.