24 abril 2006

COMENZÓ LA ACTUALIZACION DE MI BLOG


POLICÍA LOS SIGUIÓ Y FOTOGRAFIÓ JUNTO AL EMPRESARIO VIÑAMARINO MANUEL LOSADA

Cuatro capos de la Cosa Nostra y lugartenientes de Bernardo Provenzano tuvieron paso por Chile


Jorge Molina Sanhueza

Los primeros días de marzo de 1991 un alto oficial de los Carabinieri italianos llamó a su par chileno del OS-7 para que colaborara en una delicada operación: cuatro de los capos sicilianos viajarían a Chile en los próximos días. La idea era seguirlos, saber con quiénes se relacionaban y dónde se alojarían y, si la suerte estaba de su lado, llegar al entonces hombre más buscado de Italia por aquellos años, Bernardo Provenzano. Este último, jefe de la Cosa Nostra, fue detenido el 11 de abril luego de 43 años de estar en la clandestinidad en una casa de campo situada en las cercanías de Corleone, su localidad natal, a pocos kilómetros de Palermo, la capital de Sicilia (ver recuadro).
Los tres mafiosos tomaron un vuelo con destino a Santiago, previo llamado telefónico con su contacto quien los iría a recoger para instalarlos en un hotel de Providencia, prestarles un auto para que se movilizaran, como si se tratara de inocentes hombres de negocio.
Cuando faltaban cerca de tres horas para que arribaran al país, un automóvil emprendió camino desde la V Región hacia la capital para dirigirse al aeropuerto Arturo Merino Benítez: el hombre era nada menos que el empresario viñamarino Manuel Losada.
La policía montó, gracias a una orden judicial que contó con el apoyo de la unidad de Tráfico y Lavado de Dinero del Consejo de Defensa del Estado (CDE) un secreto dispositivo para llevar adelante la operación, chequear sus movimientos y tener un set fotográfico de todos sus pasos.
Esta información junto al registro gráfico constan en el proceso seguido contra Losada y sus cómplices en el Cuarto Juzgado del Crimen de Valparaíso por tráfico de drogas y lavado de dinero y sus vínculos con la mafia colombiana, conocido con el nombre de Operación Océano. Esta se inició cuando el 5 de enero de 1992 fue interceptado el mercante Harbour cerca de la costa cubana por guardacostas estadounidenses con base en Guantánamo, encontrándose en su interior cinco toneladas de cocaína. La nave había recalado anteriormente en el puerto de Talcahuano, VIII Región.

Il capo di tutti

De acuerdo a los antecedentes recabados por La Nación, Losada declaró que conoció a Gaeto Fidanzatti (mano derecha de Provenzano), Nicola Papeo, Miguelo Rizze y Luciano Luccessi en Colombia en una de las citas con el capo del cartel de Cali, Hermes Valencia Trujillo. En ese contexto es que invitó a los italianos a Chile para que conocieran el país y analizaran la posibilidad de hacer negocios y establecer nexos para futuras operaciones de droga. Una de las chances que se analizó fue el uso del barco Rapel para trasladar alcaloides, entre otros futuros acuerdos de cooperación.
El acuerdo quedó sellado y los capos italianos se fueron de Chile a fines de abril con destino a Sao Paulo, Brasil. En la ciudad les esperaba otro de sus contactos que también traficaba droga: Blanca Silva Soto. La mujer, hija del mafioso chileno Mario Silva Leiva, conocido como el “Cabro Carrera”, les recibió. El paseo duró poco porque fueron detenidos por las autoridades brasileras y enviados a Italia para enfrentar el largo brazo de la justicia.
El agente secreto
Blanca Silva Soto fue detenida junto a su padre en abril de 1997, en uno de los más grandes golpe contra el crimen organizado chileno que montó el CDE conocido como la operación Ana Frank.
Los hechos entregan una clara visión de cómo la mafia siciliana y colombiana mantenían contactos de negocios para el mercado del tráfico internacional de drogas con dos connotados chilenos.
En el proceso seguido en contra de Losada es posible encontrar otras informaciones, relativas, por ejemplo, al testimonio del colombiano Carlos Zuluaga, el contacto del Cartel de Cali con el empresario porteño.
La declaración señala que Losada colaboró en varios embarques de drogas a Estados Unidos y Europa e incluso contó, en Chile, con la asistencia de un militar ligado a la inteligencia a quien nunca identificó.
La vida de los capos italianos, una vez detenidos, siguió su rumbo tras las rejas. Rizze murió en la cárcel de Parma en 1994; Papeo salió el año pasado desde el penal de Bari; Fidanzati sigue privado de libertal en la penitenciaría de Cuneo y Luccesi cumple condena recién el 2014. Y, mérito aparte, el CDE y la policía fueron clave en la detención, pero Provenzano logró mantenerse en la clandestinidad por otros quince años, pero como dice el adagio no hay tiempo que no se cumpla ni deuda que no se pague.


PROVENZANO: EL ÚLTIMO BASTIÓN DE LA COSA NOSTRA

Una fotografía cuando aún era un veinteañero era la única pista gráfica de la cara de Bernardo Provenzano –apodado el Tractor- que tenía la policía para atraparlo desde que en 1963 pasó a la clandestinidad, convirtiéndose así en el mayor prófugo de la historia policial y judicial de Occidente. Claro está que superó al más hábil de los criminales de guerra nazi o cualquier delincuente ladrón de bancos en Inglaterra que hubiera escapado para refugiarse en Europa del Este durante la guerra fría. Tanto así que su cabeza tenía el precio de 2,5 millones de euros para quien diera información que permitiera su captura. Pero la complicidad del silencio u omertá siempre fue más fuerte que cualquier ofrecimiento económico.
Bien se podría decir románticamente que se trata de toda una hazaña de rebeldía pura. Sin embargo, Provenzano, un mafioso legendario y arquetípico administró todos los recursos humanos que tuvo a su disposición para vengarse de todo aquel que se le interpusiera en su camino, como también para sembrar una estela de muerte en 1992, cuando murieron producto de brutales atentados los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
Con siete cadenas perpetuas dictadas en ausencia, Provenzano de más de 70 años está en los descuentos de su vida y de seguro la pasará tras las rejas habiendo burlado a todos los servicios policiales, de seguridad e inteligencia durante gran parte de su existencia.
De esta manera, quien fuera el pistolero más codiciado y ritual de la mafia en sus años mozos, pasó a convertirse en un ídolo para el crimen organizado de las nuevas generaciones.

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